LAS BURBUJAS DE LA EDUCACIÓN: LO QUE NO APARECE EN LAS MARCHAS, LO QUE NO APARECE EN LA TV.
En una sala de clases de un colegio particular subvencionado, un alumno de primero medio se levanta de su asiento, y le pregunta al profesor jefe, en el Consejo de Curso:
-Profesor, ¿y este colegio por qué no está en toma?, ¿por qué nosotros no nos podemos unir a las demandas?
El profesor se queda en silencio, y no responde. El profesor conoce la respuesta, aunque no sabe qué responder. O, más bien, no puede responder. Esa es la realidad de muchos colegios particulares subvencionados y, también, particulares, que, por motivos evidentes, no se repliegan a las marchas estudiantiles ni a las tomas ni a las demandas. Lo mismo ocurre en muchas universidades privadas, que, como si nada ocurriese en el espectro educativo, siguen funcionando con total normalidad, apartadas de todo el bullicio de los enfrentamientos entre estudiantes y policías. Ante eso cabe preguntarse lo siguiente: ¿es válido que estos centros educativos se abstraigan de todo tipo de demanda? ¿Es plausible considerar que éstos, cuales establecimientos que, en su esencia, fueron creados para una educación pagada o semi-pagada se aparten de todo tipo de reclamo educativo?
La respuesta es única: No.
La mesa de diálogo que se ha establecido para solucionar las falencias de la educación -conformada por estudiantes de universidades y liceos públicos, Colegio de Profesores y Gobierno-MINEDUC-, hace pocos días, se ha roto debido a un tema esencial: la gratuidad de la Educación. Dicha gratuidad solicitada abarca no sólo los establecimientos públicos, sino que también los particulares subvencionados y los privados, ya que la esencia de la discusión es “gratuidad para todos”. Por lo tanto, esto valida la postura de que tanto colegios y liceos particulares subvencionados como particulares deben unirse al proceso de demandas educativas, al igual que las universidades privadas. Sólo así se puede considerar que lo solicitado por la Confech tiene más sustentabilidad y apoyo mayoritario, en lo principal, de aquellos que causaron el rompimiento de la mesa de diálogo.
Lo cierto es que ésta es una situación que es consecuencia de algo mayor, algo que no sólo ocurre por el proceso de paro de la Educación. Este es el mecanismo de funcionamiento de los establecimientos privados, creados con el objetivo de entregar educación costeada, y que se rige bajo las normas de cualquier empresa que se establece en un país neoliberal –es decir, elaborar un proyecto, ofrecer un producto-servicio y brindarlo–. El punto que causa la discordia es que ese producto/servicio es la “educación”, la cual, desde el punto de vista de los estudiantes presentes en las demandas, debe ser un derecho, y, por lo tanto, gratis. Lo que olvidan dichos estudiantes es que, en la Constitución Chilena, no aparece que el derecho de la Educación debe ser gratuito de forma obligatoria, y ese artículo, más bien, está enfocado a que el país debe entregar los mecanismos y opciones para que todo chileno pueda tener educación, la cual, en sí, es de elección de los padres si se imparte en un establecimiento A o en un establecimiento B (existe un artículo en la LGE que señala este punto en específico), el cual puede ser público o privado.
Por lo tanto, si un establecimiento privado no se repliega a las marchas o a las tomas es porque, en esencia, no está obligado, ya que, dentro de lo que la ley le permite, configura un negocio que puede funcionar con una autonomía propia, lo cual lo hace quedar como una “burbuja” dentro del desordenado panorama educativo actual.
Todas esas “burbujas”, que son colegios, liceos y universidades que parecieran no inmutarse por nada, porque saben que funcionan con un mecanismo y lógica distintos, son, en sí, la piedra de tope de los planteamientos que las organizaciones solicitan. Y no sólo son la piedra de tope; son, también, el principal origen de la solicitud de educación gratuita. Porque ¿para qué solicitar educación gratuita en los colegios y liceos públicos, si ya imparten educación sin costo? ¿Por qué solicitar educación gratuita en las universidades públicas, cuando, en la mayoría de éstas se aplica un sistema de Becas y créditos? Muchos pensarán que lo que existe en insuficiente, a la luz de que el 70% de los estudiantes de Educación Superior Privada pertenecen a los cinco quintiles menores; y que las becas y créditos, en realidad, no significa gratuidad, sino que es un paliativo para una educación gratis hoy, y con costos en el egreso (ya que el crédito debe pagarse, y con altas tasas de interés).
Ante todo esto queda preguntarse: ¿quién se atreve a romper esas “burbujas”? ¿Quién es capaz de poner el cascabel al gato, y decir, de forma directa: “Vamos a tener educación gratuita para ricos y pobres”? Nadie. Porque se sabe muy bien que eso significaría un proceso en cadena que significaría un costo mayor de la posible solución. ¿Se imagina usted que se diga que los ricos podrán tener el mismo subsidio de educación que los más pobres? La sociedad entera se alzaría para reclamar que las altas brechas de desigualdad permanecerían con ese tipo de soluciones. Por lo demás, para que el Estado pueda solventar ese subsidio, debe subir los impuestos –que no es lo mismo que Reforma Tributaria–, lo que significa mayores valores en los precios de los productos (para la sociedad), alza en los costos de las materias primas, dificultades para los empresarios en conseguir el pago de éstas, y, por consiguiente, disminución de costes con despido de trabajadores y desempleo.
La Confech alude que busca integración, lo cierto es que la Confech es muy ilusa en considerar que con gratuidad para todos se puede obtener integración de verdad (de paso se indica que el concepto de integración, como lo utiliza la Confech, es incorrecto; bien lo sabemos los educadores). Las “burbujas” viven sus propios mundos y sus propios espacios. Es muy poco probable que un alumno de un liceo del sector alto de Santiago, Valparaíso o Temuco desee acudir a un colegio periférico o donde, por décadas, han estudiado alumnos pertenecientes a los quintiles menores. Carlos Peña habla sobre esto a modo de “la herencia”. Hay algo de ello, aunque, lo más concreto y real es la realidad existente: las clases sociales siguen vigentes en todo el mundo, y eso es casi imposible de exterminar. Las “burbujas” no saben dónde queda Cerro Navia o San Antonio, porque permanecen en sus mundos propios, llenos de la riqueza de la que siempre han gozado, del espacio de vida que han conformado. Eso no es ni bien ni mal, es sólo lo que es: la realidad de la vida.
Por consiguiente, mientras ese alumno del colegio particular subvencionado no tenga respuesta a su inquietud, a causa de que su “burbuja” es la fuente de la discordia, sólo queda esperar que se apliquen regulaciones, con gratuidad para quienes la necesitan con más apremio, y semi-gratuidad para los que no.
La Educación es un derecho que debe abordarse con responsabilidad.